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No se hace esperar


(Fotografía tomada por Kasper Rasmussen)


  Es raro tener ansiedad para alguien que dice no tener esperanzas sobre el futuro. Aun así, se me hace difícil no dejar de pensar en los posibles escenarios de alguna decisión. Es aún peor cuando siento que esas decisiones son, pues, decisivas - valga la redundancia.

Puedo verme como una persona calmada, que fácilmente nada le impresiona. Por dentro, soy un cúmulo de emociones y - como alguna vez alguien dijo - un manojo de nervios. Con la pandemia pude notarlo más, ya que se manifestaba también en mi físico. La idea de salir en esta nueva normalidad, iba más allá de mi comprensión. No podía dormir bien la noche anterior si sabía que al día siguiente iba a salir. Me despertaba y recordaba al instante que ese día tendría que salir. Entonces alistaba todo un par de horas antes para no olvidar nada. Dejaba la ropa con la que saldría sobre la cama, una pequeña bolsa donde pondría llaves, rociador de alcohol, documentos, dinero y celular, la mascarilla, ese objeto del cual desconozco el nombre, pero ayuda a que la mascarilla me quedé exacta y pegada al rostro. Luego, era lavarme, comer algo - si podía, ya que el nerviosismo es enemigo de mi buen apetito -, volver a lavarme, cambiarme, ponerme todos los indumentos e intentar tardar unos minutos para atravesar la puerta que da a la calle.

A partir de ahí era yo y mis pensamientos que intentaban sacar a otros pensamientos que me causaran más nervios. Las manos sudorosas no se hacían esperar, el sentir que no podía respirar, la presión en el pecho - aunque leve lograba ser fastidiosa. Me daba miedo la gente, bueno, el poder de contagio de la gente. La gente que usaba mal la mascarilla, los que ni siquiera llevaban mascarilla, ellos me hacían enojar. Nunca sabré si su comportamiento se debía a la incredulidad del virus o al hecho de que simplemente no les importaba.

La ansiedad ha venido a ser parte de mi vida, sobre todo en los últimos años. Ya sea en mayor o menor intensidad, nunca ha sido agradable. Aunque te haga sentir "vivo", enciende todas tus alarmas, incluso por cosas que no te deberían preocupar. Y es raro, te sientes raro cuando te sientes tranquilo y todo a tu alrededor parece encajar. Estamos acostumbrados al frenesí de la vida, a que nos empuje de un lado a otro, muchas veces perdiendo de vista tantos detalles.

Así que en este preciso momento me digo: disfrútalo y no pienses mucho.

 

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