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Nostalgia serena



(Fotografía tomada en Diano Marina, Italia)

Extrañar debería ser considerado una especie de tortura. La primera vez que me encontré extrañando a una persona, fue de pequeña, y la persona extrañada era mi madre. Mi madre fue el sol alrededor del cual yo orbité por muchos años. Nuestras salidas para ir a cenar algo distinto a lo que había en casa - graciosas salidas porque la comida que había en casa la había preparado ella; me acompañaba a almorzar cuando llegaba de la escuela, me preguntaba cómo me había ido y me regañaba si no comía el almuerzo; al hacer tareas estaba a su lado, ella cosiendo fundas de asiento, cabezales y demás, y yo a un ladito preguntándole alguna palabra desconocida sabiendo que ella respondería "búscala en el diccionario". Creo fue su intento de hacerme independiente ante un futuro impredecible.

Si bien ha pasado más de una década desde que tomó la decisión más dura e importante, que no solo cambiaría su vida sino también de quienes la rodeaban, una nunca deja de necesitar a su mamá. Sé que durante la adolescencia, muchos nos volvemos tontos y rebeldes, a veces herimos sin darnos cuenta del peso de nuestras palabras o actos, algunas otras veces no aprovechamos el tiempo y la pasamos con gente que no nos suma en la vida en vez de ir por un café con alguien significativo. Yo fui una adolescente boba y rebelde, que hizo muchas tonterías, las cuales me hicieron notar la gran compañía que siempre tuve en aquel país que muchas veces me hizo sentir sola. Ella siempre estuvo ahí.

Los años han pasado, entre estudiar, trabajar, gente que viene y va, unos pocos que se quedan; pero ella continúa estando a mi lado, escuchándome, riendo conmigo, hablándome, aconsejándome y me es suficiente. En poco tiempo la extrañaré menos porque volverá a estar cerca, podré demostrarle todo lo que he aprendido en estos años separadas, y sé que aún así ella tiene mucho más por enseñarme. 

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